Patriotismo y dinero

Publié le par Vision Global

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El dinero no tiene amigos, ni patria. Los acontecimientos ocurridos en Francia que relacionan a los millonarios y al fisco así lo confirman. Cuando se trata de dinero, el amor a la patria pasa a un segundo plano. Numerosos millonarios del país galo quieren cambiar su residencia habitual para eludir la presión fiscal que el actual presidente francés, François Hollande prometió durante su campaña a las grandes fortunas.

 

 

 

 

 

Desde que se crearon los impuestos, las contradicciones sobre ellos no han podido ser resueltas por ninguna sociedad. En una sociedad ideal, los impuestos se repartirían de una manera justa y equitativa. En la práctica los problemas que plantean son varios. ¿Por qué pagar impuestos? ¿Cuánto sería lo justo? ¿Deben pagar igual todos los ciudadanos o deberían pagar más aquellos que tengan más ingresos?

 

Los impuestos son necesarios porque en todas las sociedades modernas existen una serie de servicios que toda la población debe tener garantizada como la educación, la sanidad y la justicia. Los ciudadanos por tanto tienen deberes y derechos. Como en muchos otros aspectos de la sociedad el problema está en el límite o el porcentaje razonable de los impuesto. Está claro que los ricos no se niegan a pagar impuestos, el problema radica en el porcentaje tan elevado que pretende el gobierno francés. Los impuestos, tales y como los conocemos en la actualidad proceden de la antigua Grecia, cuna de la civilización moderna. Pericles fue uno de sus máximos defensores. 

 

Cuando el señor Gérard Depardieu decide obtener la nacionalidad rusa para pagar menos impuestos, es consciente de que se trata solo de un tema económico, no porque le regalen un piso y le nombren ministro de cultura local, sino porque le grabarán con un impuesto sobre la renta del 13%. Que nadie piense que quiere ser ruso por el respeto a los valores democráticos del país de Vladimir Putin.

 

Como persona, Depardieu nunca dejará de sentirse francés, por más cambio de nacionalidad que haga. Algo similar ocurre con Brigitte Bardot, quien aprovecha la excusa del sacrificio de dos elefantes del zoológico de Lyon para cambiar de nacionalidad. Se trata de la misma estrategia que utiliza el hombre más rico de Francia, y cuarto del mundo, Bernard Arnault cuando solicitó la nacionalidad belga para pagar menos impuestos.

A este multimillonario se le calcula una fortuna de unos 41.000 millones de dólares. Arnault ya emigró a Estados Unidos cuando Françoise Mitterrand planteó algo similar contra los ricos. Solo en el 2011, este ricachón ganó 11 millones de dólares.

 

Se calcula que unas 4.000 grandes fortunas tienen su domicilio fiscal en Bélgica. Otras vías de escape para los evasores son Suiza, Luxemburgo o el Reino Unido, sin olvidarnos de Bahamas o las islas Caimán entre muchos otros. No todos los viajes a Suiza son para esquiar, ni los de Andorra para comprar azúcar y tabaco.    

 

En España, mucha gente de dinero tiene su residencia en Andorra, cuando en realidad solo viajan allí para asegurar sus fortunas. Si la ley permite esta trampa, es la ley la que tiene que cambiar para evitar que los evasores la burlen cuando y como quieran. Una amnistía fiscal como la realizada por el gobierno del Partido Popular que solo obliga a pagar un 10% del capital evadido es una falta de respeto al ciudadano de a pie a quien Hacienda mira con lupa. No es justo utilizar la demagogia con fines electorales para grabar con porcentajes exagerados a los que más tienen, sino utilizar un baremo razonable que impida la estampida de los que más ricos por considerar que el sistema les trata de manera injusta y los empuja a convertirse en exiliados fiscales.

 

Mientras desde el gobierno se intentaban dar lecciones de honestidad, miembros del Partido Popular se veían inmersos en asuntos turbios. El más llamativo ha sido el del ex tesorero del PP Luis Bárcenas que llegó a tener hasta 22 millones de euros en una cuenta suiza que movilizó en el 2009 cuando se sintió acorralado.

Lo increíble es que todo ese dinero se acumuló entre el 2001 y el 2009. Fue el juez Baltasar Garzón, el que inhabilitaron, el que imputó a Bárcenas en la trama Gürtel. Como era previsible, las cuentas no estaban a su nombre sino que pertenecían a una sociedad radicada en Panamá llamada Sinequanon. Se dice que se delató al intentar regularizar 10 millones de euros aprovechando la amnistía fiscal que realizó su propio partido. Con tanto corrupto suelto, no me extraña que la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales (UDEF) esté saturada de trabajo.   

 

Imponer un 75% de impuestos a las rentas de más de un millón de euros anual, como se pretende con la "tasa Hollande" es bastante exagerada, por más animadversión que tengamos la mayoría de la población hacia los ricos. Cualquier economista, y la gente con sentido común, saben que en líneas generales, no son los ricos los que más defraudan a Hacienda sino la clase media formada por millones de contribuyentes.

Al capo más famoso de todos los tiempos, Al Capone, le trincaron por evasión de impuestos y no por su largo historial criminal. Al actor Wesley Snipes lo detuvieron los impuestos y no los vampiros de Blade.

La lista de evasores de impuestos famosos continua con Pavarotti, Nicolas Cage, Boris Becker, Don King, Sophia Loren, etc, etc, etc.  

 

Debería ser ilegal que una entidad como la suiza UBS asesore a 17.000 clientes para que evadan impuestos. Cuando se descubrió el tinglado fue multada con 780 millones de dólares en el 2009. Las nuevas tecnologías son un arma de doble filo para los corruptos. Algunos empleados de banca suizos están vendiendo al mejor postor CD y DVD con información de la cuentas de algunos clientes. En el Reino Unido la última moda en evasión de impuestos es donar dinero a fundaciones que pertenecen al mismo donante.   

 

Cuando una persona con un patrimonio elevado o con una renta alta toma una decisión de este tipo se debe a múltiples causas. Algunos como Warren Buffett dicen que deberían de pagar más, pero otros consideran que pagan demasiado, y que además el dinero se destina a cuestiones de dudosa justicia social como las guerras en otros países. Los hay incluso que alegan que no quieren que su dinero sirva para financiar a inmigrantes que se reproducen como conejos y que constituyen una carga para el Estado.

Puede parecer ilógico que una persona millonaria, que no se gastará todo el dinero que tiene, cambie de domicilio para eludir los impuestos. En el fondo no es tan ilógico ya que el dinero es la base en la que se asienta nuestra materialista sociedad en la que nunca es suficiente.

 

Materialismo, felicidad, inteligencia, poder y autoestima están tan relacionados hoy día que cuesta separar cada tema y analizarlo por separado. El sueño americano es el más fiel exponente de ello. Algunos millonarios piensan que su riqueza es el resultado de su inteligencia o su capacidad, y que por tanto tienen que aportar lo justo para ayudar a los menos listos e ineptos. Hemos llegado a un punto de insensibilidad demasiado elevado.

Existen muchas personas, sin remordimiento de conciencia, con millones de dólares o de euros en paraísos fiscales, inmovilizados, cuando millones de seres humanos carecen de alimentos o mueren de hambre. En nuestra sociedad tenemos asumido que el capitalismo es un sistema natural, cuando no es así realmente.

 

Entendiendo el razonamiento anterior podemos comprender el clima de corrupción generalizado que hemos creado. Hoy, la corrupción no está muy mal vista, porque mucha gente afirma que si ellos fueran políticos también lo harían, dadas las grandes cantidades que se mueven. Los que acaban en los juzgados o en la cárcel es porque no supieron hacerlo bien. No fueron demasiado listos. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) la corrupción estaba en 1995 en el 33,5% y ahora se halla en el 17,2% dentro de los principales problemas sociales, cuando los casos de corrupción se han generalizado durante las últimas décadas.

El problema es que cuando algunos realizan malversación de fondos públicos están perjudicando a toda la sociedad de la que son representantes o funcionarios.

 

Para evitar que algunos se aprovechen del sistema hace falta regular los sueldos y los ingresos de los funcionarios públicos con un sistema más transparente para no caer en "la paradoja del alcalde". Esta paradoja se produce cuando un funcionario de rango inferior tiene un sueldo superior a otro funcionario, que en teoría, en la estructura jerárquica debería tener un sueldo superior.

En España, por ejemplo, los alcaldes de Barcelona, Madrid y Zaragoza (Xavier Trias, Ana Botella y Juan Alberto Belloch) ganan más que el presidente del gobierno Mariano Rajoy. Todos ellos superan los 100.000 euros anuales sin tener en cuenta las suculentas dietas.

 

Pagados los correspondientes impuestos, cada uno hace lo que quiere con su dinero. Desde viajes a la luna hasta comprar obras de arte millonarias. "Los jugadores de cartas" de Paul Cézanne fue comprado por 250 millones de dólares el pasado 2012. Al parecer es muy común que cuando se tiene mucho dinero se pierde el contacto con la realidad y es frecuente caer en excentricidades como comprar cuadros por millones de euros. En nuestro mundo todo parece reducirse al tema económico. El patriotismo como el dinero es relativo.

 

Los impuestos deben tener unos límites sino podríamos acabar como el Zar Pedro el Grande de Rusia, poniendo impuestos hasta por el tamaño de la barba o por llevar sombrero en la Inglaterra del XVIII. En la era de la globalización, el dinero ha ganado claramente la batalla al patriotismo, difuminando las antiguas fronteras de los Estados-nación, aunque el ciudadano común parece no haberse dado cuenta y continua luchando por banderas y territorios.           

 

Alcides Pimentel Paulino (Publicado en El Nuevo Diario Dominicano-Enero 2013)

 

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